martes, 15 de junio de 2010

Princess of nowever



El desagüe del plato de la ducha no se había llevado toda la tinta rosa, aún quedaba un poco, aún quedaban restos, siempre quedaba algo de aquel maldito color rosa. El agua fría nunca era suficiente, frotar no servía de nada.

Sus ojos siguen los pequeños ríos de tinta que van a parar al agujero negro del lavabo de porcelana blanca, silenciosos se llevan ese color estridente que grita en su cabeza; poco a poco, los retos de tinta desaparecen por completo (o eso prefiere creer). Nada que la ayude a seguir engañándose a sí misma.

No, ella no era una princesa, lo sabía muy bien, podía verlo en cada hueco de sí misma; aquella era una evidencia tan gigantesca, tan colosal, que siquiera la corona podía eclipsarla. ¿Entonces dónde había conseguido aquella corona rosa digna de princesas, reinas y perdices? Ya no lo recordaba; una corona real, perfecta y tan brillante… Era un desperdicio no utilizarla, así que salía con ella a la calle, sonriente, llena de brillo, dispuesta a sonreír como si en ello le fuera la vida.

Todas las mañanas colocaba la corona de princesa, cuidadosamente sobre su cabello, y con un poco de pegamento, añadía brillo a sus ojos; por último zurcía una sonrisa en la comisura de sus labios y se los pintaba de color rosa, pero no un rosa cualquiera, no un rosa chillón que la haría llamar demasiado la atención, tampoco un rosa pálido ¡no! un rosa pálido no era digno de una princesa como ella. El rosa que ella había elegido era el perfecto, el digno, el inigualable color rosa que toda princesa imaginó jamás.
Para cuando llegaba la noche y cruzaba la puerta de su alcoba, tenía que despegar todo aquello de su cuerpo si quería dormir; debía lavarlo todo antes de acostarse si quería evitar que los fantasmas de debajo de su cama le gritaran que era una mentirosa.
La verdad es que los ojos le escocían ya de tanto pegamento, tanta sonrisa y tanta mierda pintada rosa. (¡Sí!, he dicho mierda ya sé que es poco apropiado y menos para una princesa, pero no hay otra palabra mejor).

Nos confundamos, ella no era tonta, no era una estúpida, el engaño era voluntario, la farsa era totalmente consciente. Sabía que esa corona era robada, que la legítima princesa murió y ella, tan cruel, urdió el plan para quitarle la corona a la princesita que una vez fue. Ahora ya no lo era y la corona muerta la rechazaba, ya no reconocía lo que aquella chica fue, alguna vez, en un tiempo muy remoto. Por eso tenía que pintar, pegar o zurcir dónde procediera para seguir adelante con el engaño. Todo eso a ella le daba igual. En la calle, en cualquier lugar, todo el mundo le sonreía - ¡insensatos!- sin saber que su corazón no era rosa como su piel… no… era de otro color vil y traicionero.

La bañera ya casi era rosa del todo después de tanta pintura desteñida, al igual que la jabonera, el lavabo y la parte interior de toda su ropa.

No, no diré que se rindió, siguió sonriendo, siguió sosteniendo aquella maldita farsa hasta que quedó ciega por la pintura; siguió rindiendo tributo a esa princesa que murió en algún lugar de su pasado. Sin ningún tipo de escrúpulo siguió andando y andando con su corona pegada. Presumiéndose alguien que no era, alguien que ya nunca jamás sería.

- ¡Déjame tranquila! ¡Déjame en paz! ¡No! ¡Ya basta! ¡Por favor!- Gritaba su reflejo durante los escasos minutos que podía verse, lloraba, incluso algunas veces suplicaba desde el otro lado del espejo de aquel diminuto cuarto de baño.

Qué triste y lastimera era cuando se quitaba aquel color tan perfecto, qué patética, qué vomitiva. Qué asco le daba a aquella princesa ver como el espejo le suplicaba, segundos antes de que el esmalte– de color rosa – se estampara contra sus uñas. Era repugnante cuando se quitaba la máscara, de eso estaba segura.

De nada le sirvió su laboriosa tarea diaria. Ni su piel pasó a ser rosa con el tiempo. Ni la corona la aceptó como su dueña. Ni siquiera las malditas sabanas donde dormía la dejaron descansar en paz, sus sueños nunca fueron de color rosa, no nos engañemos.
Allí no había nada de un color tan triste como el rosa.

Y ya llega el final.

Fin.

4 gota(s) de lluvia ha(n) caido**:

Merche Owl dijo...

¿Me vas a hacer buscar en una web y todo para enseñarte lo que te quiero enseñar?

Mira

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De eso hace ya unos años...
Yo también tuve mi vida de rosa, y la borré entera. Llevé mucho tiempo el pelo teñido de rosa y todos los colores, vestía de algo que no era yo, sonreia todo el día sintiendome en ocasiones mal... etc etc. Ahora no queda nada de todo eso. Prueba de que siempre puedes decir adios al rosa y ser uno mismo, es todo voluntad ^^

Cecy dijo...

Me llamo la atención las gotas de lluvia que he visto por acá.
Y sobre todo porque esa lluvia me gusta.

De rosa la vida nos pinta un poco hasta que por fuerza de vivir descubrimos que hay mas colores que el de una princesa.

Gracias por tu visita.

Ann dijo...

Una vez más la magia de las palabras me ha enredado, no dejaré jamás de sorprenderme.

El color, la vida, la muerte, el sabor, lo ficcticio, lo imposible... todo en mentiras que no llegan a tapar lo que no somos, lo que no tenemos y lo que no alcanzamos.

Somos lo que somos y hacemos lo que hacemos, aunque intentemos taparlo, matizarlo, dibujarlo, pintarlo. Lo demás podrán comprarlo, pero no es suficiente, nunca lo es.

Gracias, por otro mundo, por todos ellos.

cronicasdediaslluviosos dijo...

¡¡Señorita M.!! ¡Ya llego a contestarte!
Muchas gracias por tu tiempo siempre, por entrar siempre a éste rinconcito abandonado ¡De verdad!

Todos tuvimos una vida que desapareció, aun así, siempre hay algo que queda, alguna gotita de pintura que intentas retener....

Por cierto, estás monísimo :) ¡Guapa!


Cecy, que bonito tu comentario. Justamente.... de rosa y en nuestro palacio vivimos hasta que descubrimos toda la gama de grises que existen.
Gracias a tí por la tuya.


Ann, mi niña, cuánto tiempo si verte por éste rinconcito. Siempre me pillas, siempre me ves, no puedo esconderme nunca. Nunca ha suficiente pintura para tapar colores grises, para dejar de mentir y dejarles ver a todos el monstruo (como diría Dexter).

Gracias por leerme siempre.

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París, ella, y un par de días es todo lo que necesito. Nunca entenderé cómo, ni por qué pero ella lo consigue, consigue pegar los pedazos, sin preguntas, sin quejas, sin compasión; su risa siempre dispuesta a contagiarme; sus ojos atentos, negros, expectante, observándome, como si nada más existiera; sus labios, susurrantes, carnosos, rosados, me muerden, me besan, me arrastran; su cuerpo tibio, acompañándome, sobre mí, a mi lado, a unos pasos, nunca demasiado lejos; su viola, gritando a altas horas de la madrugada; su piso, situado en La Rue de la Harpe, pequeño, tan pequeño que no tiene puertas, nada más entrar, la cocina a la izquierda y el salón también, el ventanal, la pared, una cornisa a la izquierda y la habitación, el cuarto de baño y la ducha parecen un armario empotrado más… era minúsculo la primera vez que entré, con ella tomada de la mano; pero ahora, ahora es inmenso, o al menos así me lo parece. ~~~~PARA LEER EL EL RESTO DE LA HISTORIA click EN LA FOTOGRAFÍA
"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."

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