sábado, 12 de junio de 2010

Sueños olvidados

El lugar era macabro… todo estaba lleno de ramas entrelazadas, marrones, ásperas, rugosas, finas… troncos y sus ramificaciones que cubrían todo el suelo y se extendían también por las paredes oscuras.

Ella se encontraba sentada en una simple y vulgar silla, estaba en alguna esquina, o en el centro… no sabría decirlo con exactitud... me encontraba en un refugio que dentro de poco sería una cárcel eterna.

En algún lugar cerca de un montón de hojas secas había restos de una margarita deshojada, fruto de un amor perdido, un amor no correspondido; ésa era la primera ilusión frustrada que le había robado un par de lágrimas.

Lágrimas... un cubo lleno de ellas no muy lejos de la mujer. A un lado de la vasija podía leerse, con letras grandes: “Fragile”. Quizás había decidido guardar sus gotitas saladas en aquel recipiente a modo de cubo para las gotas que no cesaban de caer. Quizás, simplemente era un trasto inútil más, amontonado no sabes dónde ni cuándo, pero en unos recuerdos que no son inmortales.

A unos pasos de allí, encontré un pintalabios color rojo, el carmín había sido usado muchísimas veces; estaba marcando por la silueta de sus labios, ahora amoratados y arrugados. En ese pintalabios estaba impregnado cada pliegue de su boca, igual de tatuado que cada beso que aquella mujer había dado… Hijos, esposos, amados, objetos, novios, madres, padres, nietos, hermanos… Casi podría decirse que todos ellos determinaban los pliegues de sus labios. Antaño fueron carnosos pero ella no lo recuerda y ese pintalabios estaba allí para eso. Insinuante, radiante, se posaba en el suelo como símbolo de que alguna vez fue besada y dio besos, claro que los dio... aunque no lo recuerde. Cada uno con todo su corazón, dolor o amor... poco importaba ya eso cuando ni siquiera recuerdas que eras tu quién los daba.

Muy cerca de allí, muy cerca del minúsculo pintalabios, apoyado majestuosamente sobre sus tacones había un zapato, negro, de tacón alto, muy fino… Y, entonces, supe a qué me enfrentaba, a una mujer descalza, a un caminante sin calzado y ya sin camino. El zapato mostraba evidentes signos de haber sido muy utilizado. Aquella mujer había caminado mucho, muchísimo, con aquellos dolorosos zapatos que ya no le servirían para nada.

Algo curioso, y de lo cual no me había percatado todavía, eran esos extraños puntos negros que había esparcidos por el suelo. Me acerqué a uno de ellos; era redondo y marrón; entonces se me ocurrió que eran lunares de alguien que ella guardaba en su memoria.

No encontré vida humana por allí, pero sí había rastros de ella. Entre un montón de hojas secas también encontré un billete de tren al que esa mujer sentada en la silla nunca subió; y junto a ese billete, un recuerdo me sobrecogió. Una voz de mujer habló en susurros:

“Nadie me espera ya...

Un tren se acerca, mi corazón se acelera como siempre, y las manos empiezan a sudarme… Está tan lejos… pero siempre la misma sensación, cada vez que se acerca uno tú automáticamente piensas “quizás sea el mío”…

- O quizás no. –Un susurro débil.

El tren pasa de largo, se aleja de nuevo; en ese momento empiezan los nervios; esta vez son peores, me impiden respirar, me bloquean. El siguiente tren tarda tanto tiempo que el miedo se apodera de mí, me congela... mi corazón se endurece.

Otro tren que se acerca: “Quizás sea el mío”

- Y quizás no. – Un susurro perdido, desesperanzado.

Pocas veces se han detenido, pero no subí a pesar de que abrieron las puertas… No era el mío.

Y aquí quedas tú, en mitad de las vías del tren, sola; llueva, truene o nieve... aquí sigo. Esperando un tren que ya ha pasado y no volverá.”

Era ella hablándose a sí misma. Qué pensamientos más tristes… no me crearon para sentir pero empiezo a entender por qué las personas felices no tienen historia. ¡Yo! Sentía soledad en una habitación en la que ni siquiera la luz lucha por entrar. Yo no tengo oídos, ni siquiera tengo ojos. Aún así soy capaz de percibir, de ver los objetos de este lugar... le queda ya poco tiempo.

En el techo hay una lámpara sin bombillas que de todos modos no funciona; la electricidad hace tiempo que se fundió, el riego que diera luz a este lugar se fue con el paso del tiempo. Se volvió vieja, se olvidó de todos, hasta de sí misma, y se quedó sola aquí.

A pesar de que la bombilla no funcionaba, por segundos había luz. Llovía en un rincón de la habitación enramada, cuando los rayos caían sobre una de las ramas parecía que lo iluminaba todo.

Aún quedan muchos objetos aquí dentro. Podría hablar de ese cuento desgajado que hay casi a sus pies, un cuento deshojado que álguien le contaba cada noche antes de dormir. Cuentos irreales para niños soñadores.

Podría contar más objetos, más símbolos, más comparaciones anodinas de una metáfora difícil, pero no lo haré. "No lo haré porque creo que ya has tenido suficiente para recordar y, si ya has aguantado lo suficiente, te agradecería que me dejaras hacer lo que debo hacer; quieras o no. Yo no puedo devolverte lo que has olvidado..." la mujer de la silla ni siquiera se movió.

El tiempo me presiona, me obliga, me acosa… Y no puedo más. "Lloraría por ti si tuviera ojos, mi niña; te abrazaría fuertemente si tuviera brazos, madre; te besaría como nunca si tuviera labios, mi amor. Pero no tengo nada de eso, querida mía, ya los tienes tú por mí. Aunque cubierto de hojas secas que te han oxidado, mi vida."

Sus pies no se distinguen de las ramas, formando parte ya del suelo y de toda la habitación, ella era un objeto más de sus recuerdos. Yo sabía el momento exacto en que empezaron a crecer los primeros brotes, pero no había percibido hasta qué nivel se habían apoderado de ella hasta ahora.

- ¡Éste es tu reino! Un reino olvidado.

Yo.... sólo soy su memoria que se borra a cada segundo.

Ya llega la muerte.

- Soy el carcelero de tus sueños, la Luna hace tiempo que se fue de aquí y esta vez vengo a cerrar con llave definitivamente…

Me escuchó, fui lo último que aquella mujer sintió: todo y nada.

La vieja puerta (tan vieja como ella), de metal oxidado, agonizaba mientras la cerraba. Y ya no quedaba más tiempo, ni más ganas, ni siquiera más esfuerzos que hacer.

Se olvidó del olvido, se olvidó de que afuera los tubos de oxígeno y los goteros la rodeaban junto con aquellos seres queridos, que ahora ya desconocía por completo.

Hacía tiempo que se había olvidado de recordar.

Hacía tiempo que se había olvidado de ella.

Hacia tiempo que se había olvidado de vivir.

Vieja, rodeada de sus desconocidos, que aunque no reconocía eran suyos; sus pulmones se olvidaron de respirar, sus ojos no recordaron cómo mirar, sus manos ¿seguían ahí?

Su corazón, cansado del olvido dio paso a la fría y llana muerte.

Dejó lágrimas tras de sí, dejó gritos, dejó al tiempo e incluso al olvido lo dejó tirado. En el exterior de aquel mundo en el que el olvido la había obligado a recluirse, había un pliegue en su piel por cada sensación vivida; pero en sus adentros, allí dónde los recuerdos ya no llegaban, el camino de aquel caminante se detuvo en algún lugar atrás... y allí no había pliegues sino una rama por cada olvido.

Incendiados todos.

8 gota(s) de lluvia ha(n) caido**:

cronicasdediaslluviosos dijo...

Imagen de: Kim Ki-duk
Título: Shi gan

Alazne dijo...

No puedo ver el texto completo vv'
Te sigo :) Tus entradas anteriores son maravillosas.

cronicasdediaslluviosos dijo...

Vaya ¿No se ve bien? Espera a ver qué he tocado ésta vez xD

¡Gracias porese adjetivo tan bonito! ¡Maravillosas! Qué bonito =) ¡Muchas gracias!

Merche Owl dijo...

Vaya, no me aparecía esta actualización en el fichero de blogger y ahora entonces tendré que revisar todo porque hace lo que le da la gana, siento haberme pasado tan tarde > <

Siempre he pensado que no recordar algo, es como si nunca hubiese existido, pero si vivimos de nuestros recuerdos, memorizandolos
una y otra vez, nos pasa como a la anciana, que te colapsas mentalmente y pierdes la capacidad para ver, sentir otras emociones, y solo das paso a la soledad. Los recuerdos son algo real a la vez que irreal, hay que mantenerse en un plano que te permita crear recuerdos nuevos, aprendiendo de los viejos. Un texto precioso y a la vez, triste.

Por cierto, me encanta la música de tu blog, creo que es la primera vez que entro a uno y no me molesta para leer, supongo que es porque la mayoría son instrumentales y muchas de ellas las he tocado con el piano, me traen buenos recuerdos ^^

Nicotina dijo...

Tengo que leerme el resto de tus entradas, en serio, amo tu forma de escribir.

cronicasdediaslluviosos dijo...

Señorita M. ¿Al final has arreglado lo de las actualizaciones? ¡No te has pasado tarde! *_* De hecho te agradezco muchísimo que te pases =D
El texto en sí está dedicado a mis dos abuelas, que murieron ambas por Alzheimer en un corto periodo de tiempo. Tenía que ser triste.
La música, la puse así a propósito, me suelo poner éste tipo de música para leer, Beethoven es perfecto para leer… la música con letra desconcentra y molesta mucho ¿Verdad? O.o ¿Sabes tocar el piano? Yo nunca aprendí, aunque siempre me han dicho que tengo manos de pianista xDD
Me alegra traerte buenos recuerdos cada vez que entras aquí.
---------------
Muchacha del callejón, si te ha gustado ésta, imagino que alguna de las que hay por ahí detrás te gustará más. Eso sí ¡Tienes que prometer que me avisarás de que las has leído! Me hace ilusión que alguien “ame” mi forma de escribir, creo que es de lo más bonito que me han dicho *_*
=D

Anónimo dijo...

Que canción mas bella la que llevas de fondo *-*
Llena de paz.
Lindo Blog

Merche Owl dijo...

Pues no, de hecho acabo de meterme y ver que has vuelto a actualizar T__T supongo que tendre que quitar lo de seguir y activarlo nuevamente XD Te comento ahora en la otra cuando la lea y arregle esto.

Si, toco el piano la guitarra y el bajo, me gusta mucho la música pero de piano es de lo que tengo estudios xD 7 años de carrera, lo dejé por falta de tiempo y terminar de la carrera eran 14. Ahora me arrepiento.

Mi abuela murió hace poco de cancer, es más, empecé el blog por ese motivo, sé lo que es echar a tus abuelos de menos pero por lo menos nosotros si nos podemos acordar de ellos.

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París, ella, y un par de días es todo lo que necesito. Nunca entenderé cómo, ni por qué pero ella lo consigue, consigue pegar los pedazos, sin preguntas, sin quejas, sin compasión; su risa siempre dispuesta a contagiarme; sus ojos atentos, negros, expectante, observándome, como si nada más existiera; sus labios, susurrantes, carnosos, rosados, me muerden, me besan, me arrastran; su cuerpo tibio, acompañándome, sobre mí, a mi lado, a unos pasos, nunca demasiado lejos; su viola, gritando a altas horas de la madrugada; su piso, situado en La Rue de la Harpe, pequeño, tan pequeño que no tiene puertas, nada más entrar, la cocina a la izquierda y el salón también, el ventanal, la pared, una cornisa a la izquierda y la habitación, el cuarto de baño y la ducha parecen un armario empotrado más… era minúsculo la primera vez que entré, con ella tomada de la mano; pero ahora, ahora es inmenso, o al menos así me lo parece. ~~~~PARA LEER EL EL RESTO DE LA HISTORIA click EN LA FOTOGRAFÍA
"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."

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