martes, 20 de julio de 2010

Inhóspita

Una mano pálida hace girar el pomo de la puerta de aquella habitación pintada de color rosa, con sus cortinas blancas impregnadas de flores, a conjunto con el color de la pared, claro.
Sobre la cama, justo en la pared, colgada desde hace ya mucho tiempo, descansa una foto. En ella una bailarina de ballet enreda los lazos de sus bailarinas entre sus pequeños gemelos. Un vestido rosa, sus leotardos blancos y un par de flores adornando su cabello. Una imagen que siempre estuvo allí.

- Vamos, peque.... - la dueña de la mano pálida se dirige a la pequeña bailarina escondida en algún lugar de su habitación.

- Shhh....

Frente a la puerta, justo en la pared de enfrente, hay un ventanal grandísimo, por el que no entra luz alguna; el sol apenas llega al alféizar en los días más soleados.

- ¡No quiero cumplir años! ¡No quiero más! ¡Quiero volver! ¡Quiero que vuelva! ¡Dile al tiempo que se pare! que yo quiero volver atrás.

La mujer calla, ¿por qué está allí?, ¿no odiaba a la niña?, ¿acaso no odiamos todos a esa cosa débil y llorona que tenemos dentro?

- Ella no está en mi cumpleaños... ¡no quiero cumplir más años!- Y esa última palabra casi no se entiende, las lágrimas salen solas, de golpe. La ahogan más sus pensamientos silenciosos (y todavía amorfos) que las palabras que acaba de pronunciar.

La niña recuerda a mamá, recuerda su despertar; recuerda la felicidad que hubo en un tiempo pasado y ahora... parece tan remoto que resulta extraño pensar que son sus recuerdos.
- Ya lo sé.

La mujer aprieta el puño. Da dos pasos temblorosos – sí, tiembla aunque no lo parezca – y cierra la puerta tras de sí. Afuera, esté quien esté, no deben oír nada. Y, entonces, la ve, justo ahí, en la esquina izquierda bajo el ventanal, encogida sobre sus piernecitas; aterrada.

- Un año más. - La mujer se sienta pegada a la pequeña niña llorona.

- ¡Por favor, que este año empiece la cuenta atrás y vuelva conmigo! - Pronuncia inocentemente la niña, como si fuera un rezo, una súplica; o quizás una llamada desesperada a un Dios que ni escuchará sus súplicas, ni sus ruegos. Ella no volverá, y lo sabe.

- No digas tonterías, no va a volver. - Y esas últimas palabras de la mujer, sentencian el último ápice de esperanza que, si bien era remota, aún producía algo de calor.

La niña se echa a llorar desesperada por ver cómo el tiempo pasa hacia atrás y, por primera vez, aquella mujer no siente repulsión por la pequeña y sus constantes lloros.

Una es cerebro, la otra corazón; ambos están de luto, el cerebro soporta las lágrimas del corazón, y no lo maltrata por ser tan débil.

- Vamos... cada año la misma pataleta; tienes que acostumbrarte.

- Yo también moriré como mamá.

Cabeza o corazón, ambas recuerdan aquel momento, ambas lamentan ver pasar los años sin ella; un año más de tristeza y de aquel frío en el corazón que te dice que todo estará lleno de ausencia. Pero no importa, porque tarde o temprano tendrás que acostumbrarte, entonces vendrá lo peor, aprender a vivir sin mamá... algo cruel para esa niña, y también para la mujer. Les queda una vida por delante que será basura; a ambas, que son la misma persona, les queda una vida que ya no es vida; aunque la niña acabará muriendo para dar paso al olvido, corrosivo y cruel olvido que matará el corazón de la mujer.

Y ya no quedaron días cuando ella se fue, llego la noche a todos los días de su vida. Ahora sólo queda esperar el olvido y dejar paso a las lágrimas; porque el tiempo no le devolverá lo que perdió, sino que irá arrancando lo único que les queda de mamá, sus recuerdos. “Olvida el motivo por el que no vives, y muere.”

Sí, tuvo una vida, con sus más y sus menos, pero fue una vida. Mamá murió y con ella murió todo cuanto podía ser vivido; vive para llorar, y cuando olvides por qué lloras, no vivas más. “Aunque ya esté, a mi corazón aún le queda sangre que bombear”.

- Dile que vuelva.- La niña llora con fuerza. Con el corazón amargo, abraza a la mujer que está sentada. Sus mejillas arden, sus labios emiten el sonido del que las lágrimas carecen.- ¡Dile al tiempo que vuelva atrás! ¡Ya!- grita.
Hay una imagen en aquella habitación rosa; en ella, una mujer y una muchacha sonríe abiertamente a la cámara, se abrazan. El día que murió aquella mujer - Mamá - el alma de la muchacha se fue con ella, dejando a una niña asustada y a una mujer fría en su lugar. No hubo lágrimas suficientes para plantarle cara a aquella situación.

No quedó nadie más, ni siquiera ella. En aquel lugar sólo quedó un corazón triste anclado en sus recuerdos; y un cerebro que lo ocultaría. “Llora, pequeñita, pero que nadie sepa que la vida se te derrama por los ojos...”

La niña grita, llora, pero mamá no volverá para abrazarla nunca más.

2 gota(s) de lluvia ha(n) caido**:

Unknown dijo...

Vaya con la historia...es conmovedora...una frase se quedo gravada :
"Una es el cerebro, la otra el corazon, ambos estan de luto,el cerebro soporta las lagrimas del corazon, y no lo maltrata por ser tan debil"
Cuanta verdad en esa frase.
Sobervio !

MEHERIT

may dijo...

leer esto en verdad me puso triste el solo pensar que mi madre no estubiera conmigo me causa tanta tristeza me sentiria igual o pero que la niña...

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"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."

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