lunes, 3 de enero de 2011

Apocalipsis. Cap 1.

Parte de una historia más larga, 
apocalíptica, que estoy escribiendo;
éste es el principio. 





La implacable oscuridad invade todo mi cuerpo desnudo, hace frío; mis ojos inútiles son incapaces de ver nada. Mis pies descalzos caminan sobre moho, pequeños charcos aquí y allá; mis manos palpan ambas paredes, la gruta se dilata y se contrae a medida que avanzo.

Monstruos henchidos de pavor recorren todo éste cuerpo mío que camina por inercia, ausente, mecánico, no tiene pensamientos, un pie tras otro, no hay nada, esta todo tan oscuro… apenas me quedan recuerdos; estoy sola, sólo me queda el sonido de mis pies descalzos en el suelo y éste color negro entre mis párpados y mis ojos. El corazón me retumba en cada una de las extremidades, tengo miedo y mi carne, toda ella, lo sabe, pero no le importa, no se detendrá.

El miedo me muerde, paso a paso se va comiendo mi conciencia, pero ahí están, algunos recuerdos que no debo olvidar, algunos recuerdos que mi mente desesperada, entre gritos pavorosos, me devuelve… El hechicero susurrándome "mil pasos" fue lo último que mis ojos vieron. Todos esperaban que gritara, todos esperaban lágrimas ¡Y no vieron ni una sola! Madre se encargó de ello, me susurraba la leyenda todas las noches antes de dormir, sus labios, de un color rojo intenso musitaba, una y otra vez esa leyenda que con los años me aprendí de memoria. Ahora el terror carcome mis recuerdos, dejándome algunas migas que no logro encajar en el puzle.

- Sólo la más hermosa, sólo tú podrás convencerla, sólo tú, mi niña, la criatura más bonita de nuestra pusilánime especie.

- Mamita ¿Y no podré mirarla?

- No… mi vida… nuestros ojos no están preparados para algo así, morirías al instante.

¿Cuántos años tenía por aquel entonces? ¿Quince? Una sonrisa acude a mis labios cuándo recuerdo la expresión de una mamá apabullada.

- Madre, no podré evitar abrir los ojos, cuando llegue el momento tendrás que coserme los párpados si quieres que vuelva con vida.

Sus lágrimas, su miedo, su sorpresa, y algo más… algo que no pude descifrar en aquellos ojos verdes de mamá ¿Era orgullo? ¿Qué era aquel destello en el centro de sus ojos? Recuerdo con pesar aquellas lágrimas saladas mientras zurcía mis parpados, la sangre roja que ahora derrama, el dolor, la herida reciente, infectada después de días y días caminando por éstas grutas.

Y de pronto, mis pies se encuentran con un telar, y mis manos sienten calidez, a lo lejos se escucha fuego que lame ¿antorchas? ¿He llegado? Brazos en ristre y a pequeños pasos voy arrastrando los pies hasta tropezar y caer de rodillas en la alfombra de algodón puro. Mis parpados incandescentes, una luz cegadora tras ellos que traspasa la capa porción de piel y llega hasta mis ojos un color blanco lleno de dolor.

- ¿Quién osa perturbar mi sueño?

Su voz… el primer orgasmo, mi cuerpo estremecido, jadeante, sudoroso, no puedo hablar… no puedo... ¡Maldita sea!

- Ayúdenos.- Es lo único que logro gesticular entre gemidos que, poco a poco consigo dominar.

Su risa, el segundo orgasmo tragándose mi cuerpo entero, desbordándolo de todos los colores del mundo.

- ¡Mi señora! ¡Mi Diosa! – Logro gritar de placer, intentando controlar mis estremecidos músculos y colocarme en una postura sumisa: "postrada, rodillas juntas, frente al suelo, brazos rectos", eso me explicó el hechicero y eso estoy tratando de conseguir. Tras inútiles intentos quedo tendida en la alfombra de algodón, con mi barbilla pegada en el suelo. - ¡Por favor! ¡Escúcheme! ¡Mi pueblo la necesita! – grito demasiado, llena de euforia, la alegría me desborda.

Una mano helada levanta mi barbilla, aparta los mechones de cabello que me cubren el rostro colocándolos tras mi pabellón auditivo, acaricia mi frente con su dedo índice, no entiendo cómo, ni por qué, pero lo sé…. Otro éxtasis explota en el centro de mi cuerpo, me volveré loca, toda yo estallaré en miles de fragmentos luminosos, pero no me importa, acaricia mis párpados zurcidos y el dolor desaparece, ¡Los hilos! ¡Están cortados! Cierro los párpados con fuerza.

- Los niños, nacen muertos. – Tartamudeo, con los ojos cerrados a voluntad. – Ya no hay niños, mi Diosa, por favor ¡Ayuda a tu pueblo!

Imploro a voz en grito, las lágrimas logran vencer la resistencia de mis párpados, he conseguido levantarme, sé que está ahí, aunque no hable, aunque no respire. Camino con pasos temblorosos hacia la luz, corro, y con las palmas de mis manos logro palpar… Plumas, ¡Son plumas! ¡Son unas alas!

- ¡Dios mío! – La desgracia caerá sobre nosotros, el llanto invade mi cuerpo, que acurrucado en el suelo, comienza a rezar sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.

- ¿A quién esperabas encontrar? – Su voz de nuevo, inundando mi placer, mi centro, mi todo. - ¿A una Diosa? - Una risa divertida.

- ¡Por favor! ¡Mi pueblo! – Grito entre lágrimas desesperadas.

¿Qué hemos hecho? Lo hemos despertado, lo he despertado. Los pergaminos del hechicero susurraban y no quisimos escucharlos, nadie quiso creer que era un…

Una lengua muerta que sólo los sabios conocían y leían, una lengua que auguraba la salvación "Yo soy el Alfa y la Omega, aquel que es, que era y que va a venir." [Apocalipsis 1.8]




Los ojos de la muchacha se abrieron, con los hilos aún colgando de sus parpados, las lágrimas borrándolo todo y al fin un intenso color anaranjado comiéndose cada una de las tonalidades. Pudo contemplar la luz de las antorchas, los matices de la alfombra que pisaba, y antes de desmayarse, antes de que el dolor de la ceguera real consumiera su consciencia, vio unas alas blancas, grandes, saliendo de la estancia.

Cuando recuperó la consciencia, se toco los ojos, abiertos como platos, carentes de visión alguna. Nerviosa, en silencio, a duras penas, y después de un par de Lunas caminando por aquellas grutas, logró salir al exterior.

Olor a ceniza y silencio, la huella del ángel exterminador que ella había despertado.... Exhausta, cayó de rodillas al suelo.







Capítulo 1: Apocalípsis










Capítulo 2: Exterminio







Capítulo 3: Exterminio


2 gota(s) de lluvia ha(n) caido**:

Marcos Callau dijo...

Es tremendamente agobiante en un ambiente muy urbano y claustrofóbico. Me ha gustado mucho. Un saludo.

Buzz dijo...

fiuuuuuuuuuuh! Me propuse leerte en un ambiente reposado, de los muy pocos que dispongo, y de verdad que me has impresionado. El escenario cerrado y oscuro, y la tormenta amenazando... consiguio meterme de lleno en el relato, intrigado leere la segunda parte y reelere la tercera, porque... puedes llamrme mentecato, no se como pero mi lectura empezo en la tercera y claro, me encontre perdido en medio de la tormenta.
Un besazo...

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París, ella, y un par de días es todo lo que necesito. Nunca entenderé cómo, ni por qué pero ella lo consigue, consigue pegar los pedazos, sin preguntas, sin quejas, sin compasión; su risa siempre dispuesta a contagiarme; sus ojos atentos, negros, expectante, observándome, como si nada más existiera; sus labios, susurrantes, carnosos, rosados, me muerden, me besan, me arrastran; su cuerpo tibio, acompañándome, sobre mí, a mi lado, a unos pasos, nunca demasiado lejos; su viola, gritando a altas horas de la madrugada; su piso, situado en La Rue de la Harpe, pequeño, tan pequeño que no tiene puertas, nada más entrar, la cocina a la izquierda y el salón también, el ventanal, la pared, una cornisa a la izquierda y la habitación, el cuarto de baño y la ducha parecen un armario empotrado más… era minúsculo la primera vez que entré, con ella tomada de la mano; pero ahora, ahora es inmenso, o al menos así me lo parece. ~~~~PARA LEER EL EL RESTO DE LA HISTORIA click EN LA FOTOGRAFÍA
"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."

Para leer el relato completo: AQUI

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