jueves, 20 de enero de 2011

Estoy muerto

Aquella noche me encontraba enterrado bajo pesadas mantas que me llevaban de camino al mundo de los sueños. De haberlo sabido jamás me habría levantado de la cama; el destino nos reserva sorpresas… crueles y despiadadas sorpresas.
En aquellos momentos, aún no era ciertamente consciente de que la vida se marcharía de mi cuerpo acompañada por los primeros rayos de sol. La infalible parca y su certera guadaña.
En la ventana un búho recita su lúgubre canción de cuna, Morfeo me besa en los labios, me acaricia… Un rayo atronador cae cerca, muy cerca, veo morir a Morfeo entre mis manos y no puedo más que murmurar la primera maldición que me viene a la mente. La realidad de nuevo, el frío, el dosel de la cama. Desorientado, rendía pleitesía a ese sueño que se había marchitado cuando escuché aquellos frenéticos golpes en la puerta principal. La lluvia golpeaba grácilmente los cristales de la ventana.
Ella gritaba una y otra vez, aporreando fogosamente la puerta del porche, jamás había oído mi nombre pronunciado con tanta pasión, ni siquiera aquella noche en la que las miradas se convirtieron el deseo y el deseo en sexo furioso. Me resisto a abandonar mi cama, me limito a intentar ignorar los fuertes golpes, me pierdo entre mis recuerdos: Lucy dentro de aquel vestido tan ajustado, Lucy caminando sobre la alfombra roja, Lucy dándome las gracias por el premio, a mí, a su editor, su amigo, su fiel lector, aquel que siempre confió en ella; ahí estaba, acostado en la cama, recordando con orgullo la sucesión de actos, su primer libro publicado fue todo un éxito, pero los siguientes mejoraron la marca.
¡Ya basta! Aquellos malditos golpes, acabando con mis esperanzas de volver a dormir. Mi nombre, una y otra vez. Y al abrir los ojos de nuevo, recuerdo la última vez que hablé con ella, recuerdo por qué estoy aquí. Fue hace una semana, me llamó por teléfono al despacho, yo estaba muy ocupado y casi no le presté atención. Me rogó que nos citáramos en éste motel de mala muerte, al principio me negué, a juzgar por su voz parecía haber estado llorando durante varias horas. No me malinterpretéis pero la conozco muy bien, es muy inestable emocionalmente, suele llorar o deprimirse en cada bache que encuentra y a veces no tengo ganas de soportarla. Al final, accedí.
- ¡Ya basta! ¡Ya voy!
Me pesa todo el cuerpo, consigo levantarme de la cama a duras penas y hacer equilibrios para no caer al suelo; busco mis zapatillas, mi paquete de cigarrillos… suspiro varias veces antes de emprender el paso e intento tranquilizarme. Lucy no ha dejado de gritar mi nombre, no ha dejado de golpear la puerta ni un solo segundo. Empiezo a asustarme.
Ésta es mi parte favorita, no debí haber abierto aquella puerta. Toda ella, empapada y tiritarte calló sobre mí una vez abierta.
- ¿Otra pesadilla? No hacía falta que vinieras al motel, podrías haber llamado.
La abrace y fue entonces, en aquel instante el miedo me invadió, estaba tan delgada, sus brazos se habían reducido a un amasijo de huesos; temblaba, en aquel momento creí que de frío, pero me equivocaba. Permaneció allí, abrazada a mí, sobre mí, en mí. Por la puerta de la entrada podían verse algunos rayos, el viento frío entraba violentamente.
- ¿Qué está pasando Lucy?
Intenté zafarme de ella, apartarla de mí, me había empapado por completo, su pelo mojado sobre mi rostro, su cuerpo demacrado… Creo que sentí repugnancia de alguna manera, sí, creo que fue lo primero que sentí, asco.
- ¡Dime qué está pasando! Hace frío, me estas asustando, déjame levantarme del suelo Lucy, te prepararé algo caliente. Vamos, tranquilízate.
Al fin, tras varios intentos, cedió, se levantó y cerró la puerta. Llevaba entre las manos una cartera de piel.
- ¿Ese es tu último manuscrito? – Susurré con cariño levantándome del suelo, mirando sus huesudas manos, sus uñas carcomidas.
Ella dejó caer el manuscrito al suelo en un impulso y volvió a abrazarme.
- Lucy… tranquila, sea lo que sea ya ha pasado.
No pregunté, no me pareció oportuno, estaba asustado, no era la misma mujer que vi hace unas semanas, no era la misma mujer que me pidió que me quedara en éste motel unos días hasta que terminara su última historia. No, no era esa mujer.
Caminé tirando de ella, que permeancia amarrada a mí; poco a poco arrastré los pies hasta llegar al sofá y cubrirla con una manta. Tras varios murmullos llenos de cariño y de paciencia, me soltó y se sentó en el sofá. Fue entonces cuando me fijé en su semblante, aun no había podido mirarla a los ojos, aun no me había dejado. Pero ahora podía contemplarla con claridad desde cierta distancia. Parecía un cadáver, increíbles surcos negros bajo sendos ojos, labios que antaño fueron carnosos ahora eran de un color amoratado escuálido, su nariz se había acentuado, su pálido rostro, antaño rosado y lleno de vida.
Preparé en silencio algo caliente, la cuidé y mimé como un loco enamorado arrullaría el objeto de su amor, hasta que pasadas varias horas se quedó dormida en el sofá. Me marchaba ya de vuelta a la cama cuando tropecé con el manuscrito que había traído consigo. Y aquella simple acción: flexionar las rodillas, sujetar la cartera de piel con las manos, y volver a las alturas… aquella simple acción me condenó para siempre.
Lo leí sentado a su lado, engullí cada palabra, con ansiedad, con fervor, con pasión. En aquellas páginas encontré a la muerte, una parca real como jamás la habría imaginado nadie, una muerte tan vívida, tan cercana.
La letra de Lucy cada vez más difícil de descifrar hasta que al fin llegó el punto final de mi vida.
Lucy estaba muerta y yo también, las páginas del manuscrito eran ahora un montón de papeles en blanco.

2 gota(s) de lluvia ha(n) caido**:

Marcos Callau dijo...

Despiadado manuscrito, al final. A veces es muy difícil escribir con pasión. Me gustan estos personajes del relato porque entienden la acción de escribir como algo pasional, casi vital y realmente puede que si no es así no merece la pena intentarlo. Enhorabuena por el relato.

cronicasdediaslluviosos dijo...

Marcos, gracias por volver siempre, me siento genial cuando cuelgo algo y tengo casi la certeza de que volverás, mimaras mi texto como si fuera tuyo, le prestaras atención, entrarás en él. Y luego dejarás una huella... No tiene precio, de verdad que no. Gracias por todo.

En cuando al relato, la verdad es que a mí me deja cierta confusión, algunas personas a las que por lo general les gusta lo que escribo me han comentado que no se entiende realmente el relato ¿Te puedo preguntar que se entiende al final como historia? Sin connotaciones, y sin interpretaciones, como historia, sin más.

Un abrazo, y perdona que abuse de ti un poco más que de costumbre =P

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(Charles Bukowski, Barfly )

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"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."

Para leer el relato completo: AQUI

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