lunes, 11 de julio de 2011
20:55:00 | Escrito por
cronicasdediaslluviosos |
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- Esto de hacerse mayor es una mierda. – Protesta enérgicamente, sentada en ese sofá.
Los zapatos de charol no le llegan al suelo, mantiene su ceño fruncido y sus tirabuzones perfectos el acarician las mejillas. Yo le dedico una sonrisa incómoda.
- Nunca puedes jugar, y aunque pudieras nadie jugaría contigo. Nunca puedes llorar porque los demás te mirarían raro, o les darías pena. Los niños podemos llorar lo que queramos y nadie nos mira con pena ¿Por qué? ¿Eh?
Se cruza los brazos, en señal de protesta y yo tartamudeo algo…. algo que aun no he encontrado en mi mente.
Necesito un cigarro, no me gustan los niños, odio sus berrinches, me estoy poniendo nerviosa. Pero… yo no fumo…. ¿Una tila? No…. No me gustan esas cosas….
- Siempre corriendo de un lado a otro, siempre trabajando, siempre comprando cosas, siempre tan fuertes.
Se arregla con las manos el tutú blanco, y los pequeños pliegues que se le han colado en los leotardos rosados. Me mira con el ceño fruncido y de repente siento vértigo.
- ¿Por qué siempre tenéis que ser tan fuertes? Yo quería llorar cuando papá murió, pero no me dejaste, y tuve que trabajar duro, y olvidar a papá. Yo quería llorar, abandonarme a la debilidad, cuando terminé la carrera y no había trabajo para mí, después de 20 años de estudio diario… y no me dejaste, no podías permitirte un día de inseguridad, debías buscar trabajo, dependienta de unos grandes almacenes, cajera en un supermercado, camarera. Pero qué mundo de mierda es este. – La niña rubia se me lanza entre los brazos, y solloza. – ¡No quería ser fuerte, joder! No quería afrontar con dignidad y fortaleza todas las hostias que me han dado por el camino ¡Ni quejarme me has dejado en todos estos años!
Y su cabecita se aferra a mí, se hunde en mi estómago, empapando mi camisa, me mareo. El espejo se empaña, ya no me veo, ya no veo mis tirabuzones rubios en el reflejo.
Los zapatos de charol no le llegan al suelo, mantiene su ceño fruncido y sus tirabuzones perfectos el acarician las mejillas. Yo le dedico una sonrisa incómoda.
- Nunca puedes jugar, y aunque pudieras nadie jugaría contigo. Nunca puedes llorar porque los demás te mirarían raro, o les darías pena. Los niños podemos llorar lo que queramos y nadie nos mira con pena ¿Por qué? ¿Eh?
Se cruza los brazos, en señal de protesta y yo tartamudeo algo…. algo que aun no he encontrado en mi mente.
Necesito un cigarro, no me gustan los niños, odio sus berrinches, me estoy poniendo nerviosa. Pero… yo no fumo…. ¿Una tila? No…. No me gustan esas cosas….
- Siempre corriendo de un lado a otro, siempre trabajando, siempre comprando cosas, siempre tan fuertes.
Se arregla con las manos el tutú blanco, y los pequeños pliegues que se le han colado en los leotardos rosados. Me mira con el ceño fruncido y de repente siento vértigo.
- ¿Por qué siempre tenéis que ser tan fuertes? Yo quería llorar cuando papá murió, pero no me dejaste, y tuve que trabajar duro, y olvidar a papá. Yo quería llorar, abandonarme a la debilidad, cuando terminé la carrera y no había trabajo para mí, después de 20 años de estudio diario… y no me dejaste, no podías permitirte un día de inseguridad, debías buscar trabajo, dependienta de unos grandes almacenes, cajera en un supermercado, camarera. Pero qué mundo de mierda es este. – La niña rubia se me lanza entre los brazos, y solloza. – ¡No quería ser fuerte, joder! No quería afrontar con dignidad y fortaleza todas las hostias que me han dado por el camino ¡Ni quejarme me has dejado en todos estos años!
Y su cabecita se aferra a mí, se hunde en mi estómago, empapando mi camisa, me mareo. El espejo se empaña, ya no me veo, ya no veo mis tirabuzones rubios en el reflejo.
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."
Para leer el relato completo: AQUI