domingo, 24 de abril de 2011

Escapando - París V y VI




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PRIMERA PARTE



SÉPTIMA PARTE






Escapando - París V
 
Aquella noche terminé desnuda en su cama, me la tiré como un animal en celo, con ansia, con recelo, la devoré entera. Ella me correspondía suave y delicada, gemía, reía, me hablaba en aquel perfecto francés que me embriagó por completo. Fue entonces, pasados los orgasmos, el sudor y los temblores, cuando contemplé su alas, blancas, inmaculadas, enormes, envolviéndome entera, acunando mi cuerpo mientras se quedaba profundamente dormido. Que yo recuerde, jamás he respirado tan profundamente como en aquellos momentos en los que ella estaba cerca.
Desperté de madrugada, mis piernas enmarañadas con las suyas, mis cabellos revoltosos, la ropa tirada por el suelo… Me arrastré por aquella habitación desconocida, con cuidado fui recogiendo la ropa que encontré a mi paso y una vez en el salón, entre abrí la cortina, la luz de las farolas de la calle se derramó sobre los arrugados pedazos de tela. Pasados unos momentos, mis ojos se acostumbraron a la débil luz y pude distinguir mi ropa. Una vez vestida,  después de colocar el resto sobre el sofá, busqué café… sin él no logro llegar, si quiera, a la condición de ser humano. La cafetera no tardó en revelarse ante mis ojos, y bueno, hurgando un poco en los pocos cajones que había en la cocina, encontré azúcar y café para la cafetera.
Mientras la cafetera vomitaba yo me tomé un tiempo para volver a ella, y contemplarla, profundamente dormida. Una de sus piernas colgantes, sus pechos, suntuosos, blanquecinos, sus pequeños pezones rosados, el lunar… introduje su pierna entre las sábanas, y sí, después de depositar un beso en aquella aureola rosada, también cubrí sus pechos con la sábana.
Dejé un café recién hecho en la mesa del salón, mi número de móvil al lado de la taza, deposité su ropa interior sobre la hoja de papel y con una sonrisa entre los labios, que debía asemejarse a la suya cuando encontrara la nota, salí de allí.

El sol se desperezaba, en el cielo podían contemplarse ya sus primeros y holgazanes bostezos. Les boulangerie, entreabrían ya sus puertas, las calles del centro de París, rebosante de aquel olor a pan recién hecho. Una vez más, me acerqué a ver a la Dama más hermosa de París, me senté en uno de los banco se piedra, ensimismada, sonriente, desconcertada.





Escapando - París VI 


- ¿pog qué nunca me dejas ig a España? Me han dicho que tu ciudad es muy bonita, ¡adogo la playa! – Me preguntan sus labios risueños, mientras sus ojos distraídos siguen a la multitud de turistas que se arremolina sobre los adoquines de la acera.
- Te he dicho mil veces que no vivo sola.- Hoy está radiante, me resulta más fascinante que nunca, creo… sí, creo que ha cambiado el color de su carmín: ahora es bermellón.
- Pego… ¿Y eso impogta?- Fija su mirada en el hombre vestido de Armani que cruza corriendo la calle.
Ha empezado a llover, algunas gotas arrastradas por el viento caen sobre nosotras.
- Claro que importa, además, mi cama es pequeñita comparada con la tuya. – Remuevo mi café por quincuagésima vez.
- ¡Mejog! – Al fin su atención vuele a mí.
- ¿Cómo que mejor? ¿Y Héctor? – Pregunto, tendiendo mi particular cebo.
- ¿Qué pasa con él? ¿Desde cuándo tu togyano es un inconveniente? - ¡Ahí está! Ah picado.
- En realidad él no lo es, pero sí lo son mi padre, mis hermanas, mi madre, mi abuela… ¿recuerdas cuántas personas vivimos en mi casa?
- Nunca me lo habías contado. – Responde buscando un paquete de cigarrillos en su bolso. – Te puedo pgometeg que segé buena, como si fuega tu amiguita unos días. - Responde Angés, abandonando su búsqueda, el bolso es demasiado grande y contiene demasiadas cosas inútiles…  así que, bueno: ya fumará más tarde. Despacio extiende su brazo sobre la, pequeña y circular mesa, y toma uno de mis pechos con cariño.
- Vamos a dormir en una cama minúscula, y pretendes que… ¿te has vuelto loca? – Pongo su mano sobre la mía, y la oprimo, a su vez, contra mí.
- Lo supegagas… – sus ojos ensimismados entre mis pechos.
- Así que nuestra… - encuentro su mano libre y la coloco en el otro pecho – digamos relación, se basa en el sexo; bueno, vale, el mejor sexo que he tenido en mi vida, y quieres que durante unos días finjamos que somos amigas…
Ella sigue risueña, con la mirada perdida en las palmas de sus manos, en mis manos sobre las suyas, en mis pechos.
- Sí, la idea es ésa. – Susurra volviendo a mí, a mis ojos, a la realidad, a la terraza en la que ambas estamos sentadas, a las calles remojadas y al cielo nublado.
- ¿Y quieres que hagamos cosas como… ir a la playa o ir al museo? – Pregunto, intentando estar a la altura de las circunstancias, intentando parecer tan natural como ella, cada vez que me hace pasar por esta clase de situaciones.
No, creo que no me ha oído, o me ha ignorado, de hecho ha vuelto a quedar ensimismada entre mis pechos y sus manos. Me encanta Agnés, hoy especialmente; sí, está más feliz de lo habitual, que ya es decir. Los dos hoyuelos de sus mejillas llevan ahí plantados todo el día, absolutamente todo: cada minuto, cada uno de los segundos desde que he llegado, ha sonreído para mí.
- Agnés.
- ¿Mm?
- Nos está mirando la gente. – Susurro dulcemente.
- Pour quoi?[1]
Carraspeo, notablemente arrepentida de haber intentado seguir su ritmo. La gente nos mira, Agnés ha colado sus manos por el escote de mi camisa, y manosea cariñosamente mis pechos, por dentro de la blusa. Yo y mis mejillas encendidas, descendemos la mirada hacia las manos de Agnés que acaba de volver a la terraza de la cafetería en la que ambas estamos sentadas. Oigo su risa, sus manos se alejan de mí, colocando la blusa como estaba, y vuelven a buscar su tabaco dentro del bolso.
Aún quedan algunas miradas rezagadas atravesándome, la sensación de vergüenza presionando mi nuca. No, no es porque esté guapa hoy, es porque es ella, devolviéndome un amasijo de sensaciones que hacía décadas que no encontraba en mí. Ella.


[1] ¿Por qué?
jueves, 21 de abril de 2011

Crazy


- Oye, Ass ¿Estás tonto? – Pregunta Croket al borde de la desesperación absoluta.

- ¿Yo? ¿Por qué, Croket? – Responde Ass nervioso.

Dos figuras situadas en el centro de la sala.

- Porque si no les contamos lo que vemos ¿Cómo van a creer que estamos en el futuro?

- Cuéntalo tú, Croket.

- ¿Yo? ¿Por qué yo? siempre me toca a mí, tú eres el inteligente de la familia, mamá siempre decía que naciste 2 minutos antes que yo.- La voz de Croket es lastimera, como siempre que mamá le pedía que pusiera la mesa.

- ¿Y por eso soy el inteligente? Si es mentira…– Pregunta Ass extrañado, no recuerda nada de eso.

- Yo creo que sí lo eres, justo por eso. – Responde un Croket triunfante y presuntuoso.

- ¡Pero si somos gemelos! ¿No ves que tenemos el mismo cerebro? – Ass estaba cansado de que a su hermano se le hubiera subido la fama a la cabeza, no era justo, los dos habían inventado aquella bolsa de basura para ver el futuro.

Alguien, al otro lado de la gran bolsa de basura en la que han introducido sus cabezas y parte de su tórax, carraspea impaciente.

- Croket… He oído algo…

- ¡Claro, imbécil! ¡Están esperando a que les contemos cómo es el futuro que hay aquí dentro!

- Yo lo veo todo negro… - Responde Ass, tremendamente confundido.

Por lo menos un centenar de ojos los observan, Ass sonríe, impaciente, imaginando el éxito de "La Bolsa Negra Del Futuro", el titular que llevaba semanas pensando por fin se le ha revelado. Allí estaban, triunfando, él y su hermano ¿Quién lo habría imaginado? la multinacional los llamó por teléfono aceptando las condiciones del producto, solamente debían exponerlo y el trato se cerraría. Abrumado por la increíble y reciente responsabilidad de ser el mayor de los dos, el hombre de la familia, el que debía traer el pan a casa… su mente no es capaz de ver el futuro. Demasiada tensión.

- ¡Ass! ¿Por qué no me contestas? ¡Te has ido! Hemos apretado demasiado "La Bolsa Negra Del Futuro", no veo nada… ¡ah! ¡No te has ido, estás aquí! ¡Apoyado en mi espalda! Se me había olvidado.

Croket se ríe animadamente, su hermano lo había vuelto a meter en un lío, ahora tenía que fingir que entendía todo aquel embrollo, pero no importaba, lo divertían aquellos juegos, aunque fueran cosas de personas inteligentes, a él se le daba bien jugar a ser uno de ellos. Aunque era evidente que no había nacido para pensar.

- Había una vez… - Susurra Croket orgulloso de sí mismo, así empiezan todas las grandes historias, quizás aquello sacaría a su hermano mayor del mutismo.

Ass, al fin, sale del trance tras sentir una punzada en el costado, es su hermano, clavándole el codo, como tantas otras veces.

- Esto…. Si… Erase una vez, un mundo en el que ya no había edificios de… de… - titubea - ¿de qué es eso que está hecho nuestro piso? – le susurra a Croket.

- ¡De ladrillos! – Responde su hermano en el mismo tono, aparentemente íntimo, de voz.

Algunas risas inocentes se escuchan tras la bolsa, pero ellos no pueden hacer nada, están en el futuro.

- Sí, esto… de ¡ladrillos! sino que las personas vivían en los árboles, y no eran personas, eran monos… - Ass sonríe a oscuras, anotándose un gol por aquella brillante ocurrencia.

- ¡Ass! – Murmura su hermano menor - ¿Eso no es de la película del domingo?
- Y, un día, ¡Chocó una nave! En él, y los monos que habían en ese planeta hablaban, y había una… una… una ciudad civil… civilizotada… ¡no! ¡Civilizada!

Croket se encoge de hombro y trata, sin éxito hasta ahora, de imaginar todo lo que su hermano va relatando.

- De la nave, salió un alienígena, que tenía veneno en la sangre ¡y cuando le cortaban, el veneno se comía el hierro, y la sangre, y los huesos, y la mesa, y hasta ¡el suelo! ¡Era una cosa fea, fea!

- ¿Eso no es de otra película? – Grita Croket interrumpiendo a su hermano. Las risas cada vez son más sonoras.

- Y un tipo vestido de colores se peleaba con ella, y los hombres muertos se comían a los monos del planeta aquel.

- ¡Eso es de mi comic!

La verdad es que era un poco molesto que su hermano no parara de interrumpirlo, él era el hombre de la casa y a los hombres hay que respetarlos, solamente estaba contando lo que la bolsa que los trasportaba al futuro le revelaba a través de la mente, podía ver todo aquello que estaba relatando, lo veía con sus ojos. ¡Era evidente que con su hermano la bolsa no se comunicaba! Quizás no pudieran venderla, a lo mejor solamente funcionaba en su brillante y especial cerebro.

- Y hubo un día, que otras naves llegaron y quisieron apoderarse del planeta, y querían matar al tipo vestido con leotardos, a los monos que hablaban y se vestían como las personas normales… ¡Y una gran guerra sucedió! Los enanos, los elfos, los magos ¡Y todo el mundo! – tomó aire atropelladamente, las imágenes se le amontonaban en la mente y no podía seguirlas con las palabras, pensó. - ¡Luchaba! ¡Las hadas! ¡Los trols! ¡Los romanos! ¡Y los vaqueros! ¡Los titanes! ¡Buda! – los gritos frenéticos del hombre bajo de la bolsa de la basura provocan carcajadas por doquier.

Croket empieza a impacientarse, con el ceño fruncidos y los ojos cerrados, se cruza de brazos, dejando ir un sonoro bufido. No entiende éste juego ¿Por qué su hermano está mezclando sus cosas? Sus películas, sus comics… ¿O es que es el futuro? Un escalofrío, la respiración frenética de su hermano mayor que sigue, a voz en grito, viviendo la batalla, le da miedo. Sin poder organizar el torrente de imágenes bélicas, comienza a luchar, contra los orcos y los malvados, contra los robots, contra los agentes, los zombies.

Ya nadie se ríe, los niños que hay sentados en las gradas empiezan a llorar de manera escandalosa, todo el mundo grita y en unos minutos la carpa del circo se ha vaciado por completo, solamente quedan algunas payasos, y la trapecista pelirroja.

Croket se mira las manos, llenas de sangre, el cuerpo le tiembla, está sudando por culpa de la cruenta batalla, apenas le queda aliento para respirar ¿Ha ganado la batalla del futuro? Los ojos de la trapecista pelirroja, horrorizados, lo alertan. ¿Qué está pasando? ¿No estaban en un despacho? Tras una eternidad desconcertada, la luz se arroja sobre su memoria y la abraza ¡Pero qué tonto! No era un despacho ¡Están en el circo! Trabajan los dos, en el circo, desde hace ya algunos años. ¡Pero qué tonto ha sido! Fue Ass el que le dijo anoche, minutos antes de dormir, que podía haber gente de multinacionales, de esas cosas que venden en la tele, o tipos importantes, entre el público; no debían subestimar su primera actuación. Desde luego, después de años y años limpiando las caquitas de los animales, ya era hora de que les dieran un número. Sí, iban a triunfar en la vida, algún hombre con traje y corbata, ¡ah! Y maletín, gente importante, sí…. Seguro que iban al circo.

Ahora lo recuerda todo, ahora su cuerpo habita en el presente, han dejado el futuro dentro de la bolsa que lleva ahora en la mano derecha… por cierto…  ¿Por qué sus manos están cubiertas de sangre? la cara desfigurada de su hermano está debajo, le faltan ambos ojos, tiene la nariz rota, pero sigue susurrando su historia, está vivo. Croket sonríe, el sonido de la ambulancia, cada vez más alto y más claro.

- Ass, te han herido en la batalla, vivirás como un héroe el resto de tus días, puede que hasta te dediquen algún cómic, de esos que tanto me gustan.

- Croket, yo no quiero llevar leotardos. – Susurra su hermano mayor, orgulloso de la gloria eterna que le aguarda, un poco angustiado por el tema de la indumentaria.

La trapecista sigue observándolos, con los ojos desorbitados. Los camilleros entran tan deprisa que no se dan cuenta de su presencia y la empujan violentamente al entrar en la carpa. La mujer entierra sus rodillas en el suelo sin dejar de mirar a Ass, la sangre manando a raudales de él, y a Croket, que con sus manos bañadas en sangre, sigue orgulloso la camilla en la que va su hermano mayor, el héroe de cuencas vacías, una herida de guerra memorable.


Argumento por encargo de mi amigo Demiurgo: Ass y Croket, dos tontos rematadamente estúpidos, creen haber inventado la bolsa de basura para viajar hacia el futuro. Por cada segundo que la llevan puesta pasa un segundo, lo mismo si lo hacen durante un minuto o una hora. Únicamente les falta vender el producto a una gran empresa para que comience a comercializar el invento.
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París, ella, y un par de días es todo lo que necesito. Nunca entenderé cómo, ni por qué pero ella lo consigue, consigue pegar los pedazos, sin preguntas, sin quejas, sin compasión; su risa siempre dispuesta a contagiarme; sus ojos atentos, negros, expectante, observándome, como si nada más existiera; sus labios, susurrantes, carnosos, rosados, me muerden, me besan, me arrastran; su cuerpo tibio, acompañándome, sobre mí, a mi lado, a unos pasos, nunca demasiado lejos; su viola, gritando a altas horas de la madrugada; su piso, situado en La Rue de la Harpe, pequeño, tan pequeño que no tiene puertas, nada más entrar, la cocina a la izquierda y el salón también, el ventanal, la pared, una cornisa a la izquierda y la habitación, el cuarto de baño y la ducha parecen un armario empotrado más… era minúsculo la primera vez que entré, con ella tomada de la mano; pero ahora, ahora es inmenso, o al menos así me lo parece. ~~~~PARA LEER EL EL RESTO DE LA HISTORIA click EN LA FOTOGRAFÍA
"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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