domingo, 20 de mayo de 2012
Úrsula y Xandros
10:53:00 | Escrito por
cronicasdediaslluviosos |
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Las gruesas y
pesadas cadenas, tan ajustadas, tan innecesarias, tan inútiles... oprimiendo su
pálida piel.
-
Todas las noches lo mismo, todas. Úrsula, ¿Por qué? ¿Por qué me las pone? Sabes
que no voy a irme.
- Ya lo hiciste
una vez. - Susurra con frialdad.
Él suspira,
dolido, decepcionado; su mirada se precipita hacia el suelo.
-
¿Cuánto tiempo más vas a seguir castigándome por ello?
- No fui yo quién
te castigó – tan glacial que podría congelarlo si su cuerpo aún conservara
calor –, éste es tu destino.
Y en este último
susurro la voz de la hermosísima muñeca rubia de tirabuzones perfectos tiembla
de emoción. Disfrutando de su majestuosa
superioridad. Es ella quién tiene el extremo de la cadena entre sus manos.
Todas las cadenas
del pálido y triste muchacho, tobillos y muñecas, convergen en el grillete que
finalmente ella ha atado a su propio tobillo. Úrsula se levanta triunfante, incluso divertida;
camina hacia la cama obligándolo a él a caminar a su paso; tirando de la
humillante cadena que también ha atado al cuello del chico.
Él cierra los
puños con fuerza, obligado a permanecer en aquella postura ridícula, levemente
inclinada, la cadena de su cuello no es lo suficientemente extensa como para
que pueda erguirse al caminar, y las las largas y perfectas piernas de Úrsula
no le ofrecen tregua alguna.
El sonido de los
eslabones retumba en la habitación. Cuando ambos están ya tendidos en la cama,
la luz se apaga.
-
Sabes que estas cadenas de hierro no me retienen ¿Verdad?
- Lo sé.
-
Entonces ¿Por qué lo haces?
- Porque no
quiero que olvides a quién debes tú preciada vida eterna.
-
No podría olvidarlo querida Úrsula, no podría.
Ella apoya su
cálido y suave cuerpo sobre él, que tendido en la cama percibe su olor, su calor
corporal, su palpitante corazón. Manosea el cuerpo de Úrsula hasta llegar a una de sus manos, se la lleva a
los labios, la besa, la huele entre sufridos escalofríos. Hace tanto que no se
alimenta, hace tanto que ella no… Úrsula aparta rápidamente su brazo y él gime de dolor
como un animal malherido.
-
¿Quieres morir? ¿Es eso? -
le increpa, intentando contener la ansiedad.
Ella no responde,
no se mueve. El olor de la humana se intensifica, su fervor, los latidos, la
sangre roja circulando dentro de ella.
-
Quiero beber, quiero beber ¡Ya! –
Grita él, clavándole las uñas a Úrsula en el muslo derecho.
Se tumba sobre
ella, y palpa su cuerpo, exigiendo un poco, sólo un sorbo, lo necesita… puede escucharla
dentro de sus arterias, lo está llamando, le está gritando.
- Creí que no la
querías, por eso te marchaste.
-
¡Vamos! Úrsula, no te burles de mí, sabes muy bien que sólo puedo beber tu
sangre, sabes muy bien que mi cuerpo rechaza cualquier otra.
- Y aquí está la
marca, en tu brazo derecho, justo aquí. En aquel momento lo confirmaste
¿Verdad? ¿A quién mordiste?
La lengua fría
del animal desesperado acaricia el cuello de Úrsula, su gélido aliento golpea la
garganta de la chica.
-
Déjame beber… Dame permiso…
- Desquiciado, ya ni siquiera puede levantar la voz.
- Bebe.
-
Dilo.
- Bebe.
- Di
mi nombre ¡Maldita sea!
Los colmillos del
animal rozan el cuello de Úrsula, atentos, esperando inquietos escuchar el
nombre que le abre camino la vida.
-
¡¿Quieres morir?! ¡Pues que así sea! –
Grita furioso.
Se sienta en la
cama, apoya los codos en sus rodillas y sobre las palmas de sus manos deja sus
mejillas. Un increíble dolor lo devora por dentro, cada una de sus arterias
muertas, su corazón enmohecido, todos los miembros de su cuerpo. El dolor, tan
intenso, en cada movimiento, cada fibra, cada centímetro del cuerpo.
Empiezan los
gemidos, débiles, tan frágiles... Solloza
como un lobo apaleado, como una fiera moribunda. Intenta levantarse y la cadena
de su cuello se lo impide, derrumbándolo bruscamente de nuevo sobre la cama.
Está tan débil…
La gloriosa Úrsula
sonríe, no lo ve, todo está oscuro, pero lo escucha, percibe sus gemidos de
dolor. A tientas, lo busca entre las sábanas de la cama hasta encontrarlo,
acerca su exótico cuerpo semidesnudo a él, besa su mejilla, su cuello, se
sienta sobre él a horcajadas, acerca su yugular a los labios del vampiro y entonces
susurra el nombre milenario, sólo ella lo conoce, sólo ella puede pronunciarlo.
Él hunde sus
colmillos en el cuello de la chica. Ahora sí, la sangre roja entra en el cuerpo
del chico a borbotones. Ahora es Úrsula la que jadea de placer. Ahora es ella
la que gime, la que vacía su corazón en cada latido; la que lo abraza con
fuerza.
Ha terminado, él
se ha quedado dormido, no ha derramado ni una sola gota de metálica y dulce vida.
Ella se yergue a
duras penas, está débil, ha perdido mucha sangre; aún sentada sobre él, puede
sentirla correr por el perfecto y frío abdomen que tiene aún entre las piernas.
Besa delicadamente sus labios fríos y carnosos, sabe que él ya no está en éste
mundo, así que puede permitirse un beso lleno de ternura, un beso en el que
termina devorando los labios del muchacho con pasión. Mañana él no lo
recordará, ahora, mientras duerme, vuelve al mundo de los muertos.
Más allá de las
recias ventanas de madera que sellan cada rendija, cada grieta, cada afilado y
escurridizo dedo solar que pudiera colarse en la habitación; más allá del
refugio oscuro, el codicioso monstruo dorado empieza el ascenso hacia lo alto
del cielo.
Úrsula queda plácidamente dormida a su lado. El día
no transcurre con normalidad, los pasillos murmuran ajetreados, repletos de
pasos que rugen tras la hermética puerta. Le roban el sueño varias veces hasta
que llena de ira, se despega del cuerpo del vampiro y se encamina hacia la
puerta, perdiendo los nervios. Al dar el primer paso cae de bruces contra el
suelo, la cadena de su tobillo no da más de sí, el cuerpo del vampiro ni
siquiera se ha movido.
Qué imprudente
¿Cómo ha podido pensar siquiera en abrir esa puerta con Xandros acostado en la
cama? Suspira, vuelve a la cama y procura dormir un poco más.
Pasadas unas
cuantas horas más, con el sol aun reinando en el cielo, vuelven a robarle el
sueño. Irritada, palpa bajo la almohada buscando la llave de la cadena, la
encuentra, y se libera de ella. Se levanta, con los pies descalzos y de debajo
de la cama, extrae un ataúd de madera en el que deja caer a Xandros que sigue,
todo él, muerto y pesado. Cierra el ataúd y sale por la puerta de la
habitación.
La noche tarda en
llegar pero su invencible soberanía cae sobre la ciudad, él despierta dentro
del ataúd, desconcertado, apenas recuerda… lo sucedido la noche anterior,
apenas recuerda nada después del dolor. Pestañea, inmóvil, esperando los
recuerdos que no tardan en llegar en pequeñas dosis, la sangre, deliciosa,
dulce e intensa de Úrsula, la sangre sobre su lengua, potente vida para su
cuerpo muerto. Así que al final ella había cedido... sonríe satisfecho y con
una mano intenta abrir el ataúd, que cede sin ningún esfuerzo. La noche ha
llegado, las ventanas están abiertas y una esférica luna rojiza rige en lo alto
de su cielo estrellado.
Xandros se pone
los pantalones y el cinturón, impaciente por ver a Úrsula, no es habitual que
ella despierte antes que él, algo ha debido suceder. La busca en los diferentes
salones de la mansión, hasta que al fin, la encuentra en uno de los pasillo,
vestida de luto, de espaldas a él. La reconoce de inmediato, a pesar del velo
de tul, y del negro predominante en la totalidad de su vestido, un color nada
habitual en ella… reconoce su olor, su forma de estar parada, en silencio.
- Papá ha muerto
esta mañana; sí, Hetaira también –, susurra Úrsula al sentir la presencia del vampiro acercándose
a ella, ladeando levemente la cabeza – vamos, ponte algo oscuro y acudiremos a
la capilla, ya han instalado ambos cuerpos. Toda la ciudad está de luto.
Se vuelve hacia
él, anuda su brazo al de Xandros y ambos se encaminan hacia la habitación.
Hetaira, muerta… jamás le gustó, su forma de vivir la inmortalidad le resultaba
despreciable, sin embargo sería extraño no volver a verla. Ahora sólo quedaban
dos vampiros en palacio, él y Bania, la vampiresa de la madre de Úrsula.
Xandros camina en
silencio al lado de su ama, ella se apoya en el nudo de sus brazos más de lo
normal, parece mareada. Al fin llegan a la alcoba. Ella retira el velo de su
rostro para poder ver mejor las prendas de ropa que Xandros deberá ponerse:
- No
tienes que hacer eso… no soy un inútil… sé perfectamente cuál es la ropa que
debo ponerme en una ocasión así.
La susurrante voz de Xandros choca contra Úrsula,
que inmediatamente deja de acariciar, con su mano, las prendas de ropa
masculina y mira, por primera vez en aquella noche, a su vampiro a los ojos. El
rostro marmóreo de Xandros observa con curioso estupor los ojos enrojecidos de Úrsula.
- ¿Has
estado llorando?
Úrsula vuelve a
cubrir su rostro de tul negro.
- Ha muerto mi
padre ¿Tú qué crees? ¿Es esa una pregunta digna de respuesta? – responde
irritada. - Te espero fuera. Una palabra, un pensamiento más en ese sentido y
tu insolencia serás castigada. Date prisa.
El muchacho se
queda estupefacto ante la desmesurada reacción de Úrsula, que pocas veces había
cruzado palabra alguna con su padre, que jamás le había dedicado una mirada
amable, ni siquiera cariñosa.
Se vistió con
cierta rapidez, todo, incluso la corbata, era de color negro. Cogió las
cadenas, y con ellas en la mano, se dispuso a salir, cuando un rayo iluminó la
estancia, y el sonido mojado de las gotas vibró en los cristales. Así que con
la otra mano, cogió el paraguas y salió en busca de Úrsula, que lo esperaba,
apoyada en la pared. Ella lo miró, una leve sonrisa, un suspiro, sus
voluminosos pechos pegados al tórax de Xandros, sus tobillos elevándose, sus
cándidas mejillas acariciando las de Xandros, su mano acariciando la de Xandros
y cogiendo las cadenas.
- Hoy
no necesitaremos esto.-
Susurra con ternura, dejándolas caer en el suelo.
Eran aquellos
pequeños gestos de Úrsula, lo que la hacían, a ojos del vampiro, una humana
especial, llena de contradicciones, inhumana, caprichosa y testaruda.
---------- continuará ---------------
jueves, 3 de mayo de 2012
Plagio
8:21:00 | Escrito por
cronicasdediaslluviosos |
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LINK DE LA PLAGIADORA
Pues sí, me han plagiado, por lo visto, y nada bien,
porque no contenta con reproducir íntegramente mi texto, ha cambiado alguna
palabra....
Si os fijáis, publicó mi texto en su blog, dos horas y
media después de mí. ¿Aún sigue plagiando la gente? de verdad que no lo
entiendo, puedo escribir textos como ese cuando quiera, si tu musa no te
susurra ese tipo de textos, escribe los que te susurre. No copies otros y los
hagas pasar por tuyos, eso es engañarte a ti mismo, porque eso son mis
sentimientos, no los tuyos, esas palabras han sido escritas con mucho esfuerzo,
mi esfuerzo.
La verdad es que no querría emprender acciones
legales, que podría hacerlo, y más ahora que las leyes son muy restrictivas al
respecto, no necesitaría ni abogado.
Pero por ésta vez, sólo quiero que quite mi texto de
su blog, o que me acredite. Si no es así tendré que dirigirme a Blogger para
que suprima su blog o esa entrada en particular, esto no se puede quedar así.
Inventa tus propios textos, no copies los de otros.
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"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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