sábado, 6 de noviembre de 2010

02 de Noviembre del 2010





Las gotas de lluvia caían como puños, grandes, frías, limpias, sólo el silencio y el agua mojándolo todo a su paso. La luna se ha escondido, esta noche no saldrá para nadie, está triste, muy triste, llora mucho, muchísimo; por eso se esconde tras las nubes grises del cielo nocturno, porque se avergüenza … pero qué tonta es esa Luna ¿No sabe que las nubes filtran sus lágrimas?

Los rayos azotan el mundo proporcionando algunos segundos de luz, pero a ella no le importa, de todos modos tiene los ojos cerrados; abrazada a mamá, sentada de medio lado sobre ella, respira pausadamente y la estrecha con fuerza.

Mamá le acaricia el pelo, incluso tararea una nana para su niña, que apoyada en su pecho, escucha las consonantes a medio pronunciar resonando en la caja torácica de mamá, justo en su pecho… Su respiración, las manos de mamá sobre ella, rodeándola, acariciándola. Si no fuera por la lluvia que las ha empapado se quedaría dormida. ¡Pero qué molesta aquella lluvia! Las había empapado por completo ¿No podían dejarlas en paz? ¿Por qué lloraba la Luna? Tan a gusto estaban las dos allí sentadas en el banco de piedra que no se dieron cuenta de que el tiempo se había parado.Las gotas de lluvia suspendidas en el aire, la más absoluta quietud, un rayo congelado a lo lejos.

Mamá dejó de canturrear aquella nana sin letra y suspiró.

-Ha llegado la hora. – Susurró aquella mamá a aquella niñita.

La pequeña abrió los ojos lentamente, las gotas de lluvia alojadas en su pelo resbalaban mejillas abajo. Se separó de mamá, aturdida, confusa, y por un momento sumida en el olvido, la miró con incredulidad. A medida que los recuerdos acudieron a su mente su expresión fue cambiando, dónde antes hubo tranquilidad y paz ahora se encontraba el más absoluto pavor.

- Mi niña, mi reina, mi amor, ha llegado el momento. – volvió a susurrar mamá, levantándose.

La niña se encaramó a ella, fuerte, muy fuerte, presa del terror; el pánico devoraba sus entrañas, sus ojos empañados, sus brazos frenéticos, cogidos al cuello de mamá, sus piernas, rodeando la cintura de mamá…. No, no, no la dejaría marchar, no había llegado ninguna hora, no podía ser, lo que ella recordaba era un mal sueño y nada de aquello estaba ocurriendo, en breves despertaría y todo estaría bien, esos recuerdos no podían ser suyos.

Mamá y su sonrisa, suspirando:

- Sabes que no puedo quedarme, me están esperando, mi niña, no puedo quedarme aquí contigo, tengo que irme.

Las lágrimas frenéticas de la pequeña brotaron al instante, aquella realidad, aquella jodida realidad que la dejaba sin respiración.

- ¿Por qué? ¡No! ¡No te vayas! Yo te necesito aún mami. No… por favor, te lo suplico, no te vayas. – musitaba la niñita, con los labios pequeños y las lágrimas enormes.

- Yo también te quiero mucho, vida mía. – Y dos lágrimas arrasaron el rostro de la mamá, destrozando aquella fachada que tanto esfuerzo le suponía mantener, no podía derrumbarse ahora, ella era mamá… ¿Cuánto habría dado por quedarse allí? ¿Cuánto? Sólo ella lo sabe.

- Mira… todos nos están esperando, tienes que ser fuerte, reina meua.

La pequeña ladeó la cabeza, dirigiendo su mirada hacia la derecha y desde el cuello de mamá observó a todas aquellas personas, vestidas de luto, observándolas, expectantes; vio a papá, fuerte, muy fuerte, mirándolas con aquella expresión resignada de quién sabe que no puede hacer nada más. Se miró a sí misma, su vestido negro, su rosa blanda en una mano ya destrozada por el zarandeo; y miró a mamá, completamente denuda.

La mujer desnuda esbozó una sonrisa para aquella niña aterrorizada que tenía entre los brazos, y volvió a susurrar de nuevo.

- Es la hora. – Depositó un beso en la mejilla de su hija y, despacio, la dejó en el suelo.

La niña siguió llorando pero no volvió a quejarse, tomó de la mano a su madre y ambas atravesaron los metros que los separaban de todas aquellas personas, las gotas de lluvia aun suspendidas en el aire se despedazaban a su paso.

Un beso para papá, otro para su hija, una última sonrisa, se agacho, y entró en aquel nicho de hormigón situado a ras del suelo.

Las gotas de lluvia volvieron a caer, el enterrador colocó la lápida de piedra y lo selló con cemento, nada volvería salir de aquel agujero. Todos los oscuros presentes fueron marchándose en silencio hasta que sólo quedaron papá y ella. Papá miraba con incredulidad la lápida en la que estaba impresa la fotografía de su esposa, y releía los versos que aquella niña había inventado para que acompañaran a mamá; aquella no era su vida, era la vida de otro quizás, “¿Qué voy a hacer ahora?” La pequeña mano de la niña  aferró  la enorme mano de papá, y en aquel momento el hombre suspiró. La niña seguía llorando, devorada por un terror que jamás la abandonaría ya.

- ¿Nos vamos a casa?


La niña despertó de su sueño siendo toda una mujer. Arrastró, cómo pudo, sus pies hasta el cementerio, dejó su rosa blanca en la tumba de mamá, pronunció un triste y encharcado “Feliz cumpleaños, dónde quiera que estés”, y volvió a casa.


*

6 gota(s) de lluvia ha(n) caido**:

Marcos Callau dijo...

Si sepuede narrar con ternura algo tan cruel como la muerte es como0 lo has hecho en este estupendo texto. Me encanta el maravilloso comienzo poético de esa Luna llorona, oculata tras las nubes. Me gusta mucho la manera en la que se narra el momento de la muerte. Estupendo, mi enhorabuena.

Anónimo dijo...

Está en tu corazón y en tu memoria, y puedes hablar con ella porque sabes lo que te diría. Nunca estará lejos, aunque llegues a pensarlo.

No iba a dejar ningún comentario, porque esta entrada me parece tan personal que el respeto del silencio era lo más indicado; pero no lo he podido evitar.

Besos, y cuídate

cronicasdediaslluviosos dijo...

Marcos, espero egoístamente que nunca te canses de venir a ver cómo cae la lluvia. La enhorabuena debo dártela yo, justamente era esa la idea que quería transmitir, esos momentos que te han gustado, lo tierno que puede resultar un momento tan duro como podría ser ese, y bueno, una muerte reflejada de manera diferente a la típica ausencia. Muchísimas gracias, siempre, de verdad, significa muchísimo para mí. Un abrazo.



Fénix, de repente has cambiado el registro; parece que para ti ya no soy alguien que escribe en un cuaderno, sino alguien que escribe en un diario… Te has vuelto blando conmigo, jajajaja. Es precioso lo que me dices, pero ¿Y si esa no soy yo? Si no lo soy te he engañado muy bien, y entonces el texto estaría perfecto ¿Y si lo soy? También lo estaría. En realidad no importa demasiado si quién escribe, se prostituye a sí mismo, o prostituye a su musa. Esto es lo que ella dicta, y lo que yo escribo. Un saco de beso, eres una ternura de fénix, lo sabes =)

Anónimo dijo...

Chiquitina.... solo decirte que eres grande, muy muy grande , y mucho te viene de ella, creetelo. Un besote rompemuelas. Se te quiere mucho :)

Anónimo dijo...

Tienes razón, estoy demasiado condicionado por lo poco que sé de ti. Te veo demasiado en tus letras, y eso es un error. A partir de ahora tendré en cuenta sólo la calidad del texto.

Un beso

Rogério dijo...

Voy a escribir en mi lengua para que no parezca algo raro: "Chove toda vez que leio seus textos, no sentido de que a água cai na terra para trazer vida, essas emoções inundam minha alma"

Felicitaciones!

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- Muñeca, nadie que escriba algo que merezca la pena puede escribir en paz.
(Charles Bukowski, Barfly )

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París, ella, y un par de días es todo lo que necesito. Nunca entenderé cómo, ni por qué pero ella lo consigue, consigue pegar los pedazos, sin preguntas, sin quejas, sin compasión; su risa siempre dispuesta a contagiarme; sus ojos atentos, negros, expectante, observándome, como si nada más existiera; sus labios, susurrantes, carnosos, rosados, me muerden, me besan, me arrastran; su cuerpo tibio, acompañándome, sobre mí, a mi lado, a unos pasos, nunca demasiado lejos; su viola, gritando a altas horas de la madrugada; su piso, situado en La Rue de la Harpe, pequeño, tan pequeño que no tiene puertas, nada más entrar, la cocina a la izquierda y el salón también, el ventanal, la pared, una cornisa a la izquierda y la habitación, el cuarto de baño y la ducha parecen un armario empotrado más… era minúsculo la primera vez que entré, con ella tomada de la mano; pero ahora, ahora es inmenso, o al menos así me lo parece. ~~~~PARA LEER EL EL RESTO DE LA HISTORIA click EN LA FOTOGRAFÍA
"En su texto, el escritor levanta su hogar. Así como acarrea papeles, libros, lápices y documentos de cuarto en cuarto, así crea el mismo desorden en sus pensamientos. Éstos se vuelven muebles en los que se sumerge, contento o irritable. Los golpea con afecto, los gasta, los mezcla, reacomoda, arruina. Para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir."
(Th. W. Adorno, Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada)
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"De repente me he vuelto pequeñita, tanto que un soplido podría romperme; pero ese soplo nunca llega porque él nunca respira, nunca duerme, nunca escucha; es como un centinela, sabe que sus cosas – las “cosas” de su propiedad - no se moverán. Yo… tampoco me moveré, permaneceré aquí callada, encerrada, con las ventanas y las puertas abiertas."

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